Consejos para padres de niños con un comportamiento agresivo

Desde que son pequeños los niños muestran en determinados momentos conductas agresivas, muerden, pegan, dan empujones, gritan… Es algo normal hasta cierto punto, aunque no por ello se debe dejar pasar.

Los niños pueden reaccionar de forma violenta hacia sus iguales o hacia sus padres por diversos motivos, pero fundamentalmente porque no consiguen lo que quieren y la agresividad es una fórmula que emplean.

La misión de los padres y educadores será enseñarles que hay otras formas de conseguir sus objetivos.


Carácter y personalidad del niño son la causa más frecuente


El carácter y la personalidad del niño será uno de los factores que influirán en como reaccione ante situaciones de la vida cotidiana. Hay ocasiones en que trastornos en el organismo o en los mecanismos cerebrales, provocan una conducta de este tipo. Pero si partimos de un niño sin problemáticas de este tipo, su forma de ser no será lo más determinante para entender su conducta.

El mayor peso recae en la familia. Es su núcleo más próximo y el que le marca las pautas a seguir desde que es pequeño. Si ante una mala conducta del niño reaccionamos con agresividad o violencia, bien sea mediante gritos o con azotes, el niño aprenderá que esta es la forma de actuar y así lo hará con los demás. Esto se tiene que poner en práctica casi desde que nacen. Ante un manotazo siempre hay que actuar y decir que eso no se hace, sin gritos pero manteniendo un tono firme. Del mismo modo, si presenciamos una pelea entre niños pequeños no debemos quedar al margen, hay que intervenir e indicar lo negativo de esta conducta.

Si se observa en niños pequeños una pauta repetida de conducta agresiva habrá que indagar a qué es debida, normalmente los niños agresivos se convierten en adolescentes agresivos si no se hace nada por evitarlo. Puede que esté apenado, haya problemas en casa, factores como un divorcio o la llegada de un hermano pueden provocar estos episodios. También puede ser que lo esté pasando mal en la escuela o que incluso sufra abusos. Extremar la vigilancia y ante todo prestar atención al niño, hablar con él, averiguar qué le gusta y compartir sus juegos. El diálogo es el primer paso, no solo para conocer más al niño, si no para hacerle saber que esa es la forma de afrontar sus problemas, mediante la palabra.


No fomentar el “ojo por ojo" es fundamental


Puede que el niño se vea envuelto en una disputa sin ser el culpable, debemos evitar expresiones como ‘si te pegan devuélvesela’ o ‘no seas cobarde’. La violencia nunca debe proponerse como la solución y menos aún premiarla. En ocasiones dos hermanos discuten por un juguete, cuando el pequeño empieza a chillar y gritar se le suele dar el juguete a él, precisamente porque es pequeño. Con esta forma de actuar lo único que aprenden ambos es que las cosas se consiguen con gritos y pataletas.

Ante la actitud violenta hay que reaccionar de inmediato, no se debe consentir y se le deben enseñar al niño conductas alternativas, y esto se debe llevar a cabo desde que son bebés. Es la única manera de obtener niños y jóvenes no agresivos. En los casos más graves se debe consultar a un profesional ya que puede que los padres o educadores no sean capaces de averiguar los motivos de su conducta.